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16 de Diciembre de 2025
LOCALES
16 de diciembre de 2025

La experiencia de la ciudad española revela cómo un Estado activo, la planificación y los parques industriales pueden generar pleno empleo, arraigo y crecimiento sostenido, aun sin ventajas geográficas.
Burgos no tiene puerto, no es capital y está ubicada a más de 200 kilómetros de Madrid. Sin embargo, se convirtió en un caso testigo de desarrollo productivo en Europa. Con una población cercana a los 150 mil habitantes, la ciudad logró consolidar un entramado industrial capaz de generar pleno empleo y, más aún, atraer trabajadores desde otras regiones.
La experiencia fue analizada por Darío Parlascino, presidente de la Red de Parques Industriales Argentinos, tras una recorrida por distintas ciudades europeas en busca de modelos de desarrollo, innovación en políticas públicas y estrategias de atracción de inversiones. En ese recorrido, Burgos apareció como un ejemplo concreto de crecimiento sostenido basado en decisiones coherentes y de largo plazo.
El corazón del modelo está en sus parques industriales. En apenas tres polos productivos se concentran más de 600 empresas que generan alrededor de 35 mil puestos de trabajo directos. Si se suman los empleos indirectos, los servicios y el sector público, el resultado es una ciudad que no expulsa mano de obra, sino que la importa, un fenómeno poco frecuente incluso en economías desarrolladas.
Según el análisis de Parlascino, este proceso no es fruto del azar. Detrás del crecimiento hay un Estado local que decidió asumir un rol activo como promotor del desarrollo. Lejos de limitarse a la gestión administrativa, el sector público compite para atraer inversiones, generar riqueza y ampliar oportunidades para su comunidad.
El esquema se apoya en reglas claras, eficiencia en la prestación de servicios, protección de las inversiones y una estrategia permanente de promoción productiva. A esto se suma una articulación fluida entre el Estado, las empresas, las instituciones intermedias y el sistema educativo, que permite alinear la formación del capital humano con las necesidades reales del sector productivo.
Uno de los pilares centrales del modelo es la existencia de una agencia específica que actúa como nexo entre oportunidades de inversión, capacitación laboral y políticas públicas. La formación no es entendida como un gasto, sino como una inversión estratégica para sostener la productividad y el crecimiento.
Este entramado genera lo que Parlascino define como un “círculo virtuoso”: la radicación de empresas impulsa el empleo y el comercio local, mejora la recaudación municipal y permite al Estado reinvertir en infraestructura, salud y servicios públicos. El desarrollo económico se traduce así en calidad de vida.
El impacto más profundo, sin embargo, es social. En Burgos, los hijos de los trabajadores no proyectan su futuro fuera de la ciudad. Hay arraigo, expectativas y una identidad vinculada al trabajo y la producción. El crecimiento se convierte en cohesión social.
La experiencia de Burgos deja una conclusión clara: el desarrollo no depende exclusivamente de la geografía ni de ventajas naturales. Es el resultado de decisiones políticas sostenidas en el tiempo, planificación estratégica y un Estado dispuesto a competir para generar oportunidades. Un modelo que interpela y ofrece lecciones para pensar el desarrollo productivo en otros territorios.
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