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23 de diciembre de 2025

Rubén Alcides Giordano: De Ramallo a la gloria albiceleste, la historia del zurdo que abrió el camino

Rubén Giordano, Rubito para los amigos, fue un extraordinario jugador de futbol surgido en Ramallo, de gran trayectoria, que pudo ser aún más destacado, de no mediar algunas lesiones importantes en carrera. En junio pasado se cumplieron 50 años del título que Argentina obtuvo en el torneo Esperanzas de Toulon, Francia. En ese equipo fue titular y destacado el querido Rubito.

A 50 años del título en el Torneo Esperanzas de Toulon, Rubén Giordano recuerda su recorrido desde la liga rural hasta la Selección Argentina que marcó el rumbo hacia el Mundial de 1978. Menotti, Maradona y una lesión que cambió su destino, en la historia de un futbolista nacido en Villa Ramallo.

El fútbol argentino suele contar sus grandes gestas desde los estadios repletos y las noches consagratorias. Pero muchas veces, las historias empiezan lejos de las tribunas colmadas, en canchas de tierra, entre alambrados y tardes interminables. La de Rubén Giordano comienza así, en Ramallo, al norte de la provincia de Buenos Aires, donde el fútbol era pasión y el sueño, una posibilidad remota pero persistente.

Salió del fútbol chacarero, de ese que se juega con viento de campo y botines gastados. Defensores de Ramallo fue su primer hogar, el lugar donde empezó a moldear una zurda fina y una manera de entender el juego. Luego vendría Argentino Oeste de San Nicolás y, más tarde, Racing Club. Pero antes de llegar a Avellaneda, Giordano ya llevaba consigo algo que no se aprende en los grandes clubes: la resiliencia del interior.

“Aquellas épocas eran de mucho sacrificio, pero también de muchas ganas”, recuerda. En Ramallo, entrenar significaba adaptarse a lo que había. No había cámaras ni representantes. Había pelota, barro y sueños.

El salto a Racing fue decisivo. Allí, cuando todavía daba sus primeros pasos en Primera, apareció el llamado que le cambiaría la vida. César Luis Menotti, el arquitecto de una idea revolucionaria para el fútbol argentino, lo convocó para integrar la Selección Juvenil. “Menotti fue un padre futbolístico, un ser humano extraordinario”, diría años después Giordano, sin dudar.

Toulon, el primer grito

En 1975, la Selección Juvenil viajó a Francia para disputar el Torneo Esperanzas de Toulon. No era un certamen más. Fue el primer título de la era Menotti y, con el tiempo, se convertiría en la base del equipo campeón del mundo en 1978. Para Giordano, fue mucho más que un trofeo: fue la confirmación de que el pibe de Ramallo podía competir de igual a igual con los mejores.

Jugó todos los partidos. Su zurda empezó a hacerse notar. El equipo tenía nombres que luego serían historia grande: Passarella, Tarantini, Gallego, Trobbiani, Valdano. Pero en ese grupo también estaba Giordano, el volante zurdo del interior, que entendía el juego con pausa y criterio.

“Ese torneo me dio prestigio. En Racing me empezaron a mirar con otros ojos”, recuerda. Toulon fue una plataforma, pero también una puerta abierta. Menotti lo volvió a llamar para integrar una Selección del interior que viajó a Bolivia. Allí, Giordano tuvo su único partido en la Selección Mayor, el 27 de junio de 1975, en Cochabamba, ante Bolivia. Entró en el segundo tiempo y quedó para siempre en el selecto “Club del Uno”.

Menotti y el interior

El legado de Menotti no fue solo futbolístico. Fue cultural. Por primera vez, el jugador del interior sintió que podía ser observado, convocado, respetado. Giordano lo vivió en carne propia. “Menotti manejaba varias selecciones y miraba a todos. Eso cambió la historia”, señala.

Desde Ramallo hasta la Selección, su recorrido simbolizó una época. “Mirá a Luis Galván, lo fue a buscar a Talleres y terminó siendo un fenómeno”, recuerda Giordano, entendiendo que él también fue parte de ese cambio silencioso pero profundo.

Maradona, La Paternal y la vida cotidiana

Después de Racing, el destino lo llevó a Argentinos Juniors. Allí compartió plantel con un joven Diego Armando Maradona, en su versión más pura. “Era el mejor Maradona”, dice sin vueltas. Vivían cerca, cenaban juntos, compartían la cotidianeidad. No era el ídolo mundial, era Diego, el pibe.

En La Paternal, Giordano fue cuarto volante, luego extremo. Se adaptó. Siempre con perfil bajo. Siempre con esa zurda educada que lo había sacado del campo.

La lesión y lo que pudo ser

Cuando el camino parecía llevarlo directo al Mundial de 1978, una lesión lo dejó afuera. “Siempre pienso que si no me hubiera lesionado, quizás habría integrado ese plantel”, confiesa. No hay reproche, solo una reflexión serena. Sabe que fue parte del proceso. Que Toulon ’75 fue el primer ladrillo de una construcción histórica.

Volver al origen

Con el paso del tiempo, Giordano volvió a su tierra. Jugó en clubes del ascenso, regresó a Defensores y a Matienzo, y se quedó en el lugar donde todo empezó. A 50 años del título en Francia, mantiene contacto con sus compañeros, revive anécdotas y sonríe cuando recuerda.

Su historia no es solo la de un futbolista. Es la de Ramallo en la Selección. La del interior que llegó a la albiceleste cuando todavía parecía imposible. Toulon fue la primera gran consagración de una era. Y Giordano, el pibe de campo, fue parte de ese inicio que marcó el camino hacia Argentina ’78.

 

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