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22 de diciembre de 2025

De la plaza al título que lleva su nombre: la emoción de Héctor Storti tras la conquista granate

El histórico referente de Defensores expresó una alegría profunda luego de que el equipo alzara el trofeo del Clausura, denominado “Héctor Storti”. Un recorrido de siete décadas ligadas al club, desde aquel niño que jugaba en la plaza hasta el dirigente que sostuvo una identidad comunitaria.

Desde el mismo momento en que la Liga Nicoleña de Fútbol comunicó que el torneo Clausura llevaría el nombre de “Héctor Storti”, en Villa Ramallo comenzó a latir una ilusión distinta. No era solo la ambición deportiva de volver a gritar campeón: era la oportunidad simbólica de devolverle algo a quien, desde niño, acompañó la vida futbolística y social del club Defensores.

La consagración por penales desató una alegría que, para Storti, excedió los límites de la cancha. Lo confesó en la mañana radial, todavía con la emoción a flor de piel: “Lo disfruté muchísimo… es una alegría enorme, no sé si es por la edad, pero lo viví con mucha intensidad”.

A los 70 y tantos años, con siete décadas vinculadas al club, la palabra “alegría” adquiere un volumen distinto. Es la síntesis de una vida atravesada por una institución que él mismo define como parte de sí mismo.

La imagen que recorrió los celulares ramallenses fue contundente: un hombre aferrado a la copa como quien abraza una historia.

Storti reconoció entre risas que “no se la quería dar a los chicos”. Ese instante espontáneo reflejó el valor simbólico del título: el trofeo no era una pieza de metal, sino una línea de tiempo comprimida entre las manos de un dirigente que fue futbolista, empleado, entrenador y referente.

El relato radial hilvanó los recuerdos de un niño que comenzó a jugar por invitación, en una época sin fútbol infantil ni divisiones inferiores formales.

Héctor tenía nueve o diez años cuando un dirigente lo invitó a sumarse a Defensores, mientras pasaba tardes enteras pateando una pelota en la plaza. Aquella propuesta marcó el inicio de una relación afectiva con el club que nunca se interrumpió.

La definición por penales del Clausura trajo a la memoria otros finales intensas. Storti recordó que sufrió el partido “por momentos”, más por el desarrollo del juego que por las situaciones de gol. Pero la definición desde los doce pasos dio paso a la celebración. Al regreso a Ramallo, la fiesta en el club reunió a dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchas en una escena cargada de gratitud colectiva.

El factor humano atravesó todo el diálogo. Storti insistió en que lo vivido “fue una caricia”, un mimo a una trayectoria extensa, a un recorrido de muchas obligaciones silenciosas.

“Uno entra en otra etapa de la vida”, dijo al reflexionar sobre la sorpresa de que el torneo lleve su nombre. Para él, fue un honor impensado, casi inesperado, que se coronó con el título granate.

Entre los recuerdos, volvió a aparecer el equipo de sus ídolos, aquel que integró siendo adolescente en la Liga de Ramallo y que ganó tres campeonatos consecutivos en los años sesenta. Con la memoria intacta, enumeró nombres uno a uno: delanteros, mediocampistas, defensores, apodos, rivalidades. No solo recordó estadísticas: recordó vínculos, afectos, identidades futboleras de otra época.

La historia de Defensores se superpone con la de Storti. Del desprendimiento inicial de directivos que buscaban fundar un club, a la inauguración del estadio Salomón Boeseldín en 1952, pasando por los regionales de los años 80 y la rivalidad creciente con Social. Las décadas se suceden, pero el hilo familiar del club permanece.

Por eso, cuando le preguntaron por un sueño pendiente, dudó. No se proyectó a destinos extraordinarios. Respondió con sencillez sincera: “Ojalá sigan pasando cosas buenas”. El deseo no fue individualista: fue comunitario. No mencionó su nombre, ni cargos, ni títulos; habló de la institución, de la gente, de ese colectivo que definió su identidad.

Entre sus recuerdos más antiguos aparece la figura del “Gallego” Fernández, su ídolo de infancia en Defensores. Lo menciona como una referencia dentro y fuera de la cancha. También recuerda a otros futbolistas del club con quienes compartió entrenamientos y tardes enteras mirando prácticas: viejos referentes del plantel que marcaron su pasión temprana por el fútbol y por los colores del equipo ramallense.

La copa del Clausura 2025 quedará en la vitrina del club. Sin embargo, quizás el verdadero trofeo sea el reconocimiento humano. Defensores levantó el título; Storti levantó, por segundos, la historia de generaciones. Y en ese gesto, breve y espontáneo, se condensó una vida entera ligada a una camiseta.

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