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7 de Diciembre de 2025
POLITICA
7 de diciembre de 2025

En vísperas de los 50 años del último golpe militar, el exintendente repasó la evolución institucional argentina, advirtió sobre el avance de discursos negacionistas y cuestionó el rumbo económico actual. También señaló que la crisis de expectativas entre los jóvenes alimenta la incertidumbre sobre el sistema democrático.
A un año de cumplirse medio siglo del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Ariel Santalla reflexionó sobre la memoria, la democracia y el presente del país. Invitado a Tras que éramos pocos, el exintendente repasó aquel período oscuro, la recuperación institucional y las tensiones actuales que atraviesa la sociedad argentina.
Santalla comenzó por el principio: “La primavera democrática llegó después de una noche tan negra que dejó desapariciones, robo de bebés y un desastre económico del que la Argentina nunca se recuperó del todo”.
Recordó que la deuda externa, multiplicada durante la dictadura, sigue siendo una mochila estructural para la economía. Y planteó que, pese a los 40 años ininterrumpidos de democracia, persisten dudas en sectores de la sociedad sobre el propio sistema.
“Mucha gente piensa que si le solucionaran los problemas económicos no le importaría el marco, democrático o no. Esa es una señal muy preocupante”, advirtió.
El dirigente sostuvo que la democracia argentina “no educó, no curó y no dio de comer”, retomando una frase de Alfonsín para señalar que las cuentas pendientes se acumularon y erosionaron expectativas, sobre todo entre los menores de 30 años.
Explicó que las generaciones jóvenes, que no vivieron la dictadura y conocen ese período solo por la historia, enfrentan un escenario sin perspectivas claras: dificultades para acceder a la vivienda, a un empleo estable y a un futuro previsible. “La democracia no les dio todas las respuestas. No la democracia en sí, sino los dirigentes que la condujeron”, aclaró.
Santalla también trazó paralelos con otros países de la región.
Destacó el caso de Uruguay, donde la estabilidad institucional convive con bienestar social, un equilibrio que —según dijo— Argentina no consiguió sostener por sus “vaivenes permanentes”. Además remarcó que aún hoy persiste el peso del andamiaje económico instaurado en la dictadura, como la ley de entidades financieras.
“Ahí está parte del poder real que no cambió nunca”, afirmó.
El exintendente cuestionó también los discursos negacionistas que reaparecen cíclicamente. “Cada tanto aparece el revisionismo que dice que fue una guerra o que los desaparecidos fueron menos. Ese es un error gravísimo”, señaló. Y reivindicó el Juicio a las Juntas como un hito histórico de alcance mundial, llevado adelante por la justicia ordinaria y no por tribunales ad hoc.
En su análisis del presente, Santalla apuntó principalmente al rumbo económico.
Criticó el cierre de industrias en un contexto global que, según afirmó, se está replegando en lugar de abrir sus fronteras. Mencionó el caso de Whirlpool —que cerró su planta para pasar a importar productos terminados— como símbolo del impacto social de estas decisiones.
“Cerrar una empresa es fácil. Lo difícil es lo que pasa con las familias que quedan afuera”, sostuvo.
Aunque reconoció como un acierto del actual gobierno la prioridad puesta en el déficit fiscal, insistió en que el equilibrio no puede lograrse únicamente ajustando gastos sociales. “El cómo es clave”, remarcó.
Santalla cerró con un llamado a recuperar consensos básicos. “La democracia es imperfecta, como los seres humanos, pero es el único sistema posible para un país que quiere crecer”.
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