12 de junio de 2019

'Hacia un Radicalismo sin fronteras'

Por Antolín Pando *



Desde el golpe de 1930, el núcleo antiyrigoyenista, patricio y clerical, copó la dirigencia partidaria. Salvo en dos períodos subsiguientes, el de Illia y Alfonsín, oasis en pleno siglo XX que defenderemos con fervor, el alvearismo que aún sujeta las riendas ha tenido una política de colaboración y entrega con los gobiernos conservadores. No es raro que, con ellos en la dirigencia, hoy haya terminado donde está.

 

La Convención de Gualeguaychú (2015) fue un disparador para muchos de nosotros: nos replanteamos lo político y también lo personal. ¿Tarde pero seguro? Ese es un concepto que no comparto. Nunca es tarde para darse cuenta de las cosas, y es seguro que en algún momento eso sucederá. Hasta entonces, había formado parte orgánica de la UCR, a ella había ingresado por el pensamiento social de su “estrella de 5 puntas” 1. Pero este nuevo pacto espurio volvía a tirar todo por la borda, lo manchaba, una vez más lo ponía en duda, una vez más (a algunos) nos desencantaba. Otra vez desde el 2001 y más allá de las importantes representaciones locales que detenta, profundiza la crisis de representación que todavía no supera, más aún cuando las juventudes que son las que parecían (y hasta deberían) ser más “intransigentes”, rápidamente se plegaron a la alianza del ajuste. Para algunos, irnos fue el desafío de encontrar otros espacios de militancia, fuera del sistema de partidos políticos, para resistir esta derechización de la sociedad. Y en ese desafío otras corrientes interpelaron nuestros roles para todos los tiempos: nos cuestionamos la holgura de la mediocridad y nos corrimos del confort de la tibieza, poniendo lo que hay que poner, la otra mejilla.

 

Una “democracia integral” en movimiento, con soberanía política e independencia económica, con justicia distributiva y solidaridad humana, que promueva la unidad latinoamericana, y la defensa de los recursos y servicios, que suprima las injusticias del cada vez más desenfrenado sistema capitalista y de la propiedad sin función social, por la defensa irrestricta de la democracia y los derechos humanos, es sólo una resumida pero significativa expresión del auténtico radicalismo, yrigoyenista y alfonsinista, que no vamos a renunciar ante las derechas. Porque como argentinidad tenemos una causa nacional de origen popular.

 

El radicalismo es ya, desde hace un siglo, una identidad nacional. Como movimiento y como sentir, no reconoce órdenes exclusivos, ni siquiera dentro de la quietud de partidos, y hasta comparte, sin dudas, esa misma idiosincrasia con otras corrientes. Sabemos muy bien de dónde viene y hacia dónde tiene que ir: no hay radicalismo posible si no es en el campo nacional y popular. Lo que haga la Unión Cívica Radical, como estructura, daña pero no mata. Al menos no a quienes nos expresamos como puño de principios por fuera de los intereses extraños que la explotan. ¿Le han impreso mansedumbre? Nos tocará inquietarla. ¿Han desorientado su espíritu? Nos tocará, entonces, restablecer sus banderas más que nunca, con la unidad en la diversidad, sin la comodidad del sello donde algunos se esconden. Así es como vamos militando un radicalismo sin fronteras.

 

 

                                                                      

                                                                       *Radical en el campo nacional y popular.

                                                                       * Presidente de la Juventud Radical Ramallo (MC)

 

Opinión publicada en Reporte Semanal de Ramallo: 8 de Junio de 2019


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