A 25 años de la masacre del Banco Nación: un recuerdo que aún duele
La mañana del jueves 16 de septiembre de 1999 comenzó como cualquier otra para Carlos Chaves, gerente de la sucursal del Banco Nación de Villa Ramallo.
Después de una rutina tranquila, en la que prometió a su esposa, Flora Lacave, volver pronto para tomar unos mates, la tragedia golpeó sin previo aviso.
Chaves bajó a abrir el banco y, en ese preciso momento, tres delincuentes armados ingresaron a la entidad con explosivos.
Así comenzaba una toma de rehenes que duraría 20 horas y sacudiría a toda Argentina.
Los asaltantes no solo pretendían llevarse el dinero del tesoro, sino que también tomaron como rehenes a seis personas, entre ellas el propio Chaves, su esposa Flora, el contador Carlos Santillán y el empleado bancario Ricardo Pasquali.
Dos trabajadores más se vieron atrapados en el horror: Fernando Vilches, un cartero que llegó al banco por casualidad, y Diego Serra, un joven empleado del canal de cable local que fue confundido con un trabajador bancario.
El operativo policial no tardó en desplegarse.
Afuera del banco, fuerzas federales, provinciales y grupos de élite rodearon la sucursal mientras los vecinos alertaban sobre la situación.
Las negociaciones comenzaron, y mientras pasaban las horas, la tensión aumentaba.
Los delincuentes, frustrados por no poder acceder al tesoro debido a la falta de una de las llaves, comenzaron a liberar a algunos rehenes cerca de la medianoche.
Sin embargo, la peor parte estaba por venir.
A las 4 de la mañana del día siguiente, los ladrones decidieron escapar utilizando el coche del gerente, en el que ataron explosivos al cuerpo de Chaves.
Apenas recorrieron unos metros antes de que una lluvia de balas de la policía impactara contra el vehículo.
En total, se dispararon 200 balas y el auto recibió 48 impactos.
Carlos Chaves, junto con dos de los asaltantes, murió en la balacera. Flora Lacave, única sobreviviente del tiroteo, recordó con horror cómo escuchó a su marido decir sus últimas palabras: "Me dieron".
La masacre de Villa Ramallo se convirtió en un símbolo del mal manejo de las negociaciones policiales y dejó una cicatriz profunda en la sociedad argentina.
La comunidad quedó conmocionada por los eventos.
El entonces gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, calificó el suceso como “una masacre”, mientras que el recuerdo de las víctimas sigue vivo en la memoria colectiva del país.