Rodeado de amigos y en su querido club Independiente, Juan María Traverso encontraba uno de los momentos más gratificantes de su vida
La mesa compartida con Pita, Buna, Gustavo Degliantoni y otros tantos más se configuraba como un espacio para hablar de todo, entre risas y anécdotas, entre las 10.30 y las 11 de la mañana. Era un ritual que el Flaco disfrutaba en sus últimos años.
Otro lugar que supo disfrutar fue el museo del automovilismo, un espacio único en la calle Rincón que reunía a fanáticos y curiosos que buscaban una experiencia única: una visita guiada con Traverso. Allí, compartía su pasión y su conocimiento con quienes se acercaban, dejando una marca imborrable en cada uno de ellos.
Traverso vivió sus últimos años en su pueblo natal, Villa Ramallo, donde creció y forjó su camino en el mundo del automovilismo. Sin embargo, parte de su historia también estuvo ligada a la ciudad de Buenos Aires, donde estudió en un colegio religioso como pupilo.
Siempre sonriente y mostrando alegría, Traverso compartía sus reflexiones con quienes se acercaban a saludarlo. "No cambiaría nada de lo que hice", confesó en una entrevista. "Tal vez lo que volvería para atrás es compartir más tiempo con la familia... pero mi pasión fue el automovilismo, así como para mi viejo fue la agronomía", destacó con humildad y sinceridad.
Con su partida, se va el más grande de los últimos ídolos que marcaron generaciones en el automovilismo argentino. Su legado perdurará en las pistas y en el recuerdo de quienes tuvieron el privilegio de presenciar su talento y su pasión por las carreras.