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13 de abril de 2018

Macri quiere una justicia independiente (del derecho) y adicta a los intereses de Cambiemos

Por Fernando Latrille
Mientras organismos de derechos humanos de países de la región, mientras sindicatos de países de la región se manifiestan por la libertad de Lula, el presidente Macri expresó que: “Cuando se habla de confianza, un elemento central es tener una Justicia independiente, es fundamental. Una Justicia que haga respetar la ley. Y eso es lo que tiene hoy Brasil. Una Justicia que se ha demostrado verdaderamente independiente". El presidente de guaridas fiscales que realiza toda maniobra espuria para impedir investigaciones que pesan contra él o su familia, como la del Correo, quizás nos quiere decir que con justicia independiente a que la misma se aparte del derecho, como viene sucediendo con un poder judicial adicto a Cambiemos e independiente del derecho.

Pero Macri demuestra su brutal ignorancia o manifiesta mala fe al ignorar las causas de la detención de Lula, donde no existe condena firme para que esté privado de su libertar y aún peor la acusación por la cual ha perdido su libertar porque desean proscribirlo políticamente y la reflejó muy bien para Elcohetealaluna.com Horacio Verbitsky citando al colega que publicó el interrogatorio del juez Moro a Lula que es una muestra palmaria de que todo es una opereta orquestada por el poder judicial y mediático de Brasil al que se le suma la presión de los militares que desean que Lula siga detenido.

En nuestro país, estos intentos de reducción de la democracia que son identificados como golpes blandos, no tienen por la lucha de los organismos de derechos humanos luego de la última dictadura cívico militar, el aporte que en otros países de la región pueden llegar a tener de las fuerzas armadas. Aquí, con avances y retrocesos, el proceso por memoria verdad y justicia por esos crímenes se han llevado adelante, y la sociedad acompaño y acompaña que no exista impunidad, eso lo pudimos ver en la marcha de la que una gran parte de la sociedad argentina participó en rechazo del 2x1. Es decir, no hay espacio para la intervención armada, la sociedad rechazaría ese proceder que en Brasil tiene acompañamiento.

Aunque no se puede dejar de señalar que las maniobras para anular a la oposición están presentes con la detención arbitraria de Milagro Sala y demás integrantes de la Tupac Amaru, por la detención arbitraria de ex funcionarios del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner violando los principios constitucionales donde cada persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Un poder judicial adicto a Cambiemos ha llevado adelante la inversión del principio y toda persona puede ser culpable y encarcelada hasta que demuestre su inocencia. Ese atropello del derecho que llevará a la larga a que el Estado termine siendo responsable por esas violaciones a los derechos humanos por el incumplimiento de nuestras declaraciones, convenciones y pactos complementarios de derechos y garantías establecidos en nuestra Constitución.

Podemos ver, como en nuestro país la intervención al Partido Justicialista vergonzosa por la misma jueza que había demostrado su respeto a la democracia y a la libertad de expresión cuando el 10 de mayo de 1992 por una orden suya realizar dos breves cortes en el programa de Tato Bores. Las imágenes prohibidas de Tato de América fueron remplazadas por una placa negra que decía “censura judicial”. Ante el acto de censura previa diferentes actores del campo de la cultura del país se reunieron a una emisión del programa cantando el inolvidable “La jueza Barú Budú Budía es lo más grande que hay”. Así se identificó a la jueza María Romilda Servini de Cubría quien le realizó un guiño a Macri al terminar con el mandato de Cristina Fernández de Kirchner un día antes. Hoy, quien todavía sigue en funciones, realizó la bochornosa intervención al partido opositor desfigurando la democracia y colocando como interventor al quema urnas Luis Barrionuevo. 

Luis Barrionuevo es el histórico jefe del sindicato que representa a los trabajadores del turismo, hoteleros y gastronómicos. Su figura pasó a ser reconocida en 1990 cuando en un programa televisivo propuso a los dirigentes políticos argentinos "dejar de robar durante dos años" para promover el crecimiento del país. En marzo del año 2003 Luis Barrionuevo daba otra muestra de espíritu democrático al interrumpir las elecciones de Catamarca con quema de urnas.

Pero volviendo sobre el interrogatorio del juez Moro a Lula que debe ser replicado y enseñado porque es una muestra fiel y gráfica de una operación que sin dudas tiene como agravante el encarcelamiento de una de las figuras más importantes de la región y el candidato favorito para las próximas elecciones en Brasil, pero que tiene semejanza con lo que sucede n otros países como el nuestro donde operaciones judiciales intentan debilitar la democracia.

Escribió Horacio Verbitsky en parte de su nota del domingo (leer http://www.elcohetealaluna.com/la-agonia-de-la-democracia/ ) que a continuación se transcribe

En mayo de 2017 Sergio Moro, aclamado en toda la región como el justiciero imprescindible, citó a Lula a declaración indagatoria por cargos de corrupción que permitieran encarcelarlo, proscribir su candidatura o, al menos, enchastrarlo de modo de mellar su popularidad. La indagatoria duró cinco horas. La mejor crónica que leí en la Argentina la escribió Bruno Bimbi, para el cable del Grupo Clarín, TN, de donde transcribo.

—¿El departamento es suyo?

—No.

—¿Seguro?

—Seguro.

—¿Entonces no es suyo?

—No.

—¿Ni un poquito?

—No.

—¿O sea que usted niega que sea suyo?.

—Lo niego.

—¿Y cuando lo compró?

—Nunca.

—¿Y cuánto le costó?

—Nada.

—¿Y desde cuándo lo tiene?

—Desde nunca.

—¿O sea que no es suyo?

—No.

—¿Está seguro?

—Lo estoy.

—Y, dígame: ¿por qué eligió ese departamento y no otro?

—No lo elegí.

—¿Lo eligió su mujer?

—No.

—¿Quién lo eligió?

—Nadie

—¿Y entonces por qué lo compró?

—No lo compré.

—Se lo regalaron…

—No.

—¿Y cómo lo consiguió?

—No es mío.

—¿Niega que sea suyo?

—Ya se lo dije.

—Responda la pregunta.

—Ya la respondí.

—¿Lo niega?

—Lo niego.

—O sea que no es suyo….

—No.

Cuando Lula le preguntaba si tenía algún documento, el juez cambiaba de tema. Salvo una vez, cuando le exhibió un contrato. Lula preguntó:

—¿Quién firmó este contrato?

—Nadie, no tiene firma, está en blanco.

—Entonces puede guardárselo — dijo Lula.

—Según la policía, la firma fue borrada.

—¿La policía descubrió quién la borró?

—No.

—Cuando lo descubran, por favor cuénteme, porque me gustaría saberlo.

—¿Usted aprobó las obras en su departamento?

—El departamento no es mío y no sé de ninguna obra.

—¿Usted no había visto el plano de las obras antes de autorizarlas?

—Señor juez, ¿usted tiene alguna prueba de que el departamento sea mío, que yo haya vivido ahí, que haya pasado ahí alguna noche, que mi familia se haya mudado; o tiene algún contrato, una firma mía, un recibo, una transferencia bancaria, algo?

En ese interminable diálogo circular, Moro inquirió si Lula estuvo interesado en comprar el departamento. Lula lo negó.

—¿Pero lo visitó?

—Si.

—¿Por qué?

—Porque me lo querían vender.

—¿Lo compró?

—No.

—¿Pero es suyo?

—No.

—Por eso le pregunto.

—Ya le respondí.

Lula admitió que su esposa había pensado comprarlo como inversión pero que él no estaba de acuerdo porque como figura pública nunca podría bajar a la playa. El juez también intentó vincularlo con varios procesados o detenidos por corrupción, preguntándole por algo que uno habría dicho del otro.

—¿Qué me puede decir al respecto?

—Nada: pregúnteles a ellos.

—Pero yo quiero saber su opinión.

—Lo podemos conversar en un café, señor juez. Acá yo no vine para opinar. ¿Tiene alguna pregunta concreta que me involucre?

—Quiero saber su opinión sobre eso.

—No tengo opinión.

—¿Ninguna opinión?

—No.

—¿Y qué opina usted sobre la corrupción?

—Hagamos una cosa, doctor Moro. Organicemos un debate en alguna universidad entre usted y yo para hablar sobre la corrupción, y ahí me pregunta lo que quiera. Pero acá no. Acá vine a ver de qué me acusa y responder sobre eso.

Dos meses después de esa indagatoria, Moro condenó a Lula a nueve años y medio de cárcel como parte de la causa Lava Jato, por corrupción pasiva y lavado de dinero. Sostuvo que el departamento del interrogatorio (un triplex en el edificio Solaris, de Guarujá, en el litoral de São Paulo) era una coima de la empresa constructora OAS para obtener tres contratos con Petrobras, pero no pudo exhibir un solo documento que probara que pertenecía a Lula aunque estuviera inscripto a nombre de la empresa.

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